Yo crecí aunque crecí en un entorno urbano, mis padres siempre nos llevaban de excursiones y a pasar días en el campo, para que nos diera "el aire". Mis mejores recuerdos son de esos momentos. El contacto con la naturaleza es vital para niños y a adultos, la simple observación de la misma nos muestra una "realidad" asombrosa, o más aún fascinante, que nos abre la ventana hacia la curiosidad de saber más, de descubrir la lógica y la belleza del funcionamiento natural de las cosas.
Un ejemplo son los juncos que encontramos en las riberas de un río o en muchas cunetas por donde transcurra también un riachuelo, siempre los había registrado como algo marrón, carnoso y macizo. Mi sorpresa fue inmensa cuando "descubrí" con 37 años teniendo uno en mis manos que, de macizos nada, con un poco de movimiento "explotan", o se deshacen en millones de plumitas de polen voladoras, listas para viajar allí donde el viento las lleve para germinar otras plantas.
Muchos de vosotros, seguramente ya lo sabíais, mi faceta urbanita no me había mostrado hasta ese día la "magia" de estas varitas.
Mis hijos alucinan cuando les muestro este acontecimiento, dicen que es como ver nevar, hacer algodón, o ver volar a millones de hadas juntas. Eso si, han aprendido a no deshacerlos en contra del viento porque la cantidad de polen que te llega de golpe te hace estornudar y tener picor de ojos. Me Imagino que tampoco es recomendable para alérgicos.
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